Adornaré cada amanecer despertándome a tu lado
Las notas de esa melodía golpeaban las paredes de la habitación. Las
luces estaban apagadas, nuestros cuerpos se rozaban bajo las sábanas y
nos moríamos por arrancarnos la piel y mordernos los labios. Me
regalabas abrazos eternos. Me daba la sensación que cuando estábamos
juntos mordíamos la vida, saboreábamos lentamente los colores que
pintaban el cielo y bebíamos amor a trago. Esa noche soñé que nos
perdíamos en la azotea y despertábamos en medio de la playa, con las
luces del puerto alumbrándonos y con muchísimas ganas de huir. No nos
hacía falta coger un avión, pues el destino más bonito donde podía ir
a parar era entre tus brazos. Quizás lo que pasa es que soy un
romántico cualquiera que solamente piensa en abrazarte cuando el agua
resbala por tu cuerpo y que se convierta en agua de dos. Será que
nuestros días de cine y sofá son los que más me gustan del mundo, o
que los lunes que paseamos bajo el sol hacen que te quiera todavía
más. Por fin todo encaja a la perfección. La música al fin suena al
son de nuestros labios besándose. Ha empezado nuestra película, que es
diferente a las demás por el hecho de no tener fin. El principio puede
ser este: “Mezclábamos versos y música, sueños con besos y vivíamos la
felicidad en su más puro estado”.
T qro.
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