viernes, 22 de febrero de 2013

Adornaré cada amanecer despertándome a tu lado

Las notas de esa melodía golpeaban las paredes de la habitación. Las luces estaban apagadas, nuestros cuerpos se rozaban bajo las sábanas y nos moríamos por arrancarnos la piel y mordernos los labios. Me regalabas abrazos eternos. Me daba la sensación que cuando estábamos juntos mordíamos la vida, saboreábamos lentamente los colores que pintaban el cielo y bebíamos amor a trago. Esa noche soñé que nos perdíamos en la azotea y despertábamos en medio de la playa, con las luces del puerto alumbrándonos y con muchísimas ganas de huir. No nos hacía falta coger un avión, pues el destino más bonito donde podía ir a parar era entre tus brazos. Quizás lo que pasa es que soy un romántico cualquiera que solamente piensa en abrazarte cuando el agua resbala por tu cuerpo y que se convierta en agua de dos. Será que nuestros días de cine y sofá son los que más me gustan del mundo, o que los lunes que paseamos bajo el sol hacen que te quiera todavía más. Por fin todo encaja a la perfección. La música al fin suena al son de nuestros labios besándose. Ha empezado nuestra película, que es diferente a las demás por el hecho de no tener fin. El principio puede ser este: “Mezclábamos versos y música, sueños con besos y vivíamos la felicidad en su más puro estado”.


T qro.

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